viernes, 28 de junio de 2013

Los buenos propósitos

Hay dos momentos del año en que tendemos a hacer examen de conciencia y marcarnos, a modo de penitencia, una serie de buenos propósitos. El primero de ellos surge al comienzo de éste, estrenamos uno nuevo, y volvemos a hacer la misma lista que el anterior, y el otro, y el otro…. Siempre nos decimos lo mismo, y lo peor, a veces dejamos constancia de estos buenos propósitos por escrito: “Cuando pasen los Reyes, voy a empezar la dieta, pero en serio, voy a ir al Gimnasio, voy a dejar de fumar, voy….” Una larga lista de objetivos a cumplir, que una vez pasan las Navidades y los Reyes Magos, lo emplazamos para el lunes: “La dieta, el lunes la empiezo”, “El gimnasio, sí, si voy a ir, el  lunes paso a informarme”. Lo del tabaco también lo dejamos para el lunes, o en su defecto, “cuando acabe este paquete, ya no compro más y lo dejo, definitivamente”.
Del lunes, pasamos al mes que viene. Siempre tenemos la excusa perfecta para posponer nuestros objetivos marcados al comenzar el año, que si el cumpleaños de una amiga, las torrijas de Semana Santa, que si es fin de semana… En fin, que lo vamos postergando una y otra vez, hasta que llega el verano. Tres meses de pretextos, para no poder hacer dieta, ni ir al gimnasio, ni nada de nada, “es que con el calor, no se puede hacer nada”. Pregúntenles ustedes a los jugadores de fútbol o baloncesto, o ciclistas si en verano no se puede practicar deporte, pues ellos además lo hacen al aire libre, sin aire acondicionado como el de los gimnasios.
Las vacaciones hacen que nos demos licencia para comer de todo: helados, cervezas, todo tipos de guisos, bocatas en la playa, pasteles… Que al final del verano hay que optar por vestidos sueltos, o comprar pantalones, una talla más que la que utilizábamos antes de empezar el verano. Claro nuestra opción es clara: vestiditos sueltos, que no nos marquen la silueta, porque estos kilitos de más nos lo quitaremos, nada más que pase el verano”.
Afortunadamente, llega el mes de septiembre, y con él la vuelta al “cole” de los niños y niñas, con esto, parece que retomamos la normalidad. Es entonces, el segundo momento del año, en el que nos sentamos con nuestra conciencia, y a modo de confesión, volvemos a los “buenos propósitos”. Y, con remordimientos, miramos atrás y vemos cómo no hemos sido capaces de cumplir ni uno, de los que nos marcamos al comienzo del año: La dieta, la dejamos por imposible, y ahora nos sobran el doble de kilos, vamos que se acerca el otoño y el invierno y no tenemos nada que ponernos en el armario; el Gimnasio? Qué es? no logramos, en todos estos meses, ni pasar por la puerta, a pesar que la bolsa para llevar la ropa deportiva sí la habíamos comprado para empezar a ir a hacer deporte, vamos que en nuestra mente ya habíamos elegido qué haríamos cada día, porque íbamos a ir todos los días, al gimnasio sólo faltaríamos el fin de semana… Y el tabaco, qué decir de este vicio, no sólo aquel, que decíamos, era el último paquete que compraríamos, sino que nos hemos fumado hasta los puros que reparten en las bodas, y que se llevan a casa “de recuerdo”, en caso de emergencia también es válido, y por las mañanas nos levantamos con una tos…
“Pero esta vez va en serio, los niños al colegio y empiezo la dieta, me apunto al gimnasio y dejo de fumar”. En esta ocasión, parece que vamos avanzando un poco. Si le preguntamos a las cajeras de los supermercados, ellas nos confirmarán el cambio que experimentamos el día que los niños vuelven al colegio. Los carros se llenan de queso fresco, filetes de pollo, pavo, verduras y mucha fruta… en lugar de los helados, chorizo, bacón, pan… de los días anteriores. El primer paso está dado, es más es que si están promocionando unos nuevos bizcochos y nos ofrecen, rehusamos de momento: “No estoy a dieta, y dulces ni uno”.
Y como tenemos la voluntad justa, y hemos optado por la dieta, mañana dejaremos de fumar y, con los pulmones limpios, empezaremos a ir al gimnasio. Pero eso será mañana…

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