jueves, 19 de diciembre de 2013

¡Feliz Navidad!



Faltan solo cinco días para celebrar la Nochebuena y comienzan, así de forma oficial, las Navidades. Fiestas que parece que cada año empezamos a festejar con más antelación.

La tradición marcaba que hasta el 8 de diciembre no se daba el pistoletazo de salida a esta festividad marcada por la solidaridad que más por el sentido religioso de la misma. En cambio ahora desde noviembre se ven turrones y polvorones en las estanterías de los supermercados y los ayuntamientos adelantan el encendido del alumbrado navideño en las ciudades.

Pero, ¿cuál es el verdadero sentido de las navidades? Partiendo de que son unas fiestas que, particularmente, me gustan mucho he de decir que desde hace unos años el sentido no es el mismo. ¿Por qué estos días somos más sensibles con los demás y nos obligamos a estar felices siempre? ¿Por qué esa obligación de tener que reunirse la familia si el resto del año no lo hace solo porque no les apetece?

Por circunstancias personales me he visto obligada a pasar la Navidad en diferentes situaciones. Desde un triste hospital hasta tomar las uvas, sola en casa. Fueron navidades distintas y, evidentemente, tristes pasarlas así entonces. Ahora nada es igual pero, aunque me cuesta, las sigo celebrando. 

Me he obligado a poner el Árbol de Navidad (este año no lo he hecho), el Nacimiento… Impregnar de espíritu navideño la casa, porque así se impone e intentar no recordar que nada es igual desde hace tres años.

Se mezclan dos sentimientos en mí. Por  un lado me gusta salir a la calle y ver las luces, escuchar villancicos… pero por otro, cada cosa que me recuerda que es Navidad me entristece un poco. Lo que más me molesta es que te obliguen a estar feliz y que no estés en casa, sola, el 24 o el 31 de diciembre. Sé que la intención de esas personas es buena, pero deben, también, respetar las decisiones propias de no querer reunirte. Que la vida es tomar decisiones aunque, a veces, nos equivoquemos.

No quiero que nadie piense que lo paso mal esos días y, mucho menos, que lo que quiero es quedarme dormida desde el 23 de diciembre hasta el 7 de enero. Nada más lejos. Las celebro pero diferente. Me reúno con parte de mi familia y lo hago con ganas, no por obligación. Disfruté la Nochevieja pasada. Cantamos, reímos, brindamos… se notaron las ausencias pero no por eso dejamos que la tristeza nos acompañara. 

Este año las pasaré fuera pero en familia, también. Seguro que, como siempre, lo pasaré genial y brindaré en un Cotillón por el año nuevo para que venga cargado de cosas buenas para todos los que quiero y son importantes en mi vida… para mí, también. 

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