Faltan solo cinco días para
celebrar la Nochebuena y comienzan, así de forma oficial, las Navidades.
Fiestas que parece que cada año empezamos a festejar con más antelación.
La tradición marcaba que
hasta el 8 de diciembre no se daba el pistoletazo de salida a esta festividad
marcada por la solidaridad que más por el sentido religioso de la misma. En
cambio ahora desde noviembre se ven turrones y polvorones en las estanterías de
los supermercados y los ayuntamientos adelantan el encendido del alumbrado
navideño en las ciudades.
Pero, ¿cuál es el verdadero
sentido de las navidades? Partiendo de que son unas fiestas que,
particularmente, me gustan mucho he de decir que desde hace unos años el
sentido no es el mismo. ¿Por qué estos días somos más sensibles con los demás y
nos obligamos a estar felices siempre? ¿Por qué esa obligación de tener que
reunirse la familia si el resto del año no lo hace solo porque no les apetece?
Por circunstancias
personales me he visto obligada a pasar la Navidad en diferentes situaciones. Desde
un triste hospital hasta tomar las uvas, sola en casa. Fueron navidades distintas y, evidentemente, tristes pasarlas
así entonces. Ahora nada es igual pero, aunque me cuesta, las sigo celebrando.
Me he obligado a poner el
Árbol de Navidad (este año no lo he hecho), el Nacimiento… Impregnar de
espíritu navideño la casa, porque así se impone e intentar no recordar que nada
es igual desde hace tres años.
Se mezclan dos sentimientos
en mí. Por un lado me gusta salir a la
calle y ver las luces, escuchar villancicos… pero por otro, cada cosa que me
recuerda que es Navidad me entristece un poco. Lo que más me molesta es que te
obliguen a estar feliz y que no estés en casa, sola, el 24 o el 31 de
diciembre. Sé que la intención de esas personas es buena, pero deben, también,
respetar las decisiones propias de no querer reunirte. Que la vida es tomar
decisiones aunque, a veces, nos equivoquemos.
No quiero que nadie piense
que lo paso mal esos días y, mucho menos, que lo que quiero es quedarme dormida
desde el 23 de diciembre hasta el 7 de enero. Nada más lejos. Las celebro pero
diferente. Me reúno con parte de mi familia y lo hago con ganas, no por
obligación. Disfruté la Nochevieja pasada. Cantamos, reímos, brindamos… se
notaron las ausencias pero no por eso dejamos que la tristeza nos acompañara.
Este año las pasaré fuera
pero en familia, también. Seguro que, como siempre, lo pasaré genial y brindaré
en un Cotillón por el año nuevo para que venga cargado de cosas buenas para
todos los que quiero y son importantes en mi vida… para mí, también.
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